Puta manía de ir por delante
Ya me había pasado con el Internet de las Cosas, el “año de Móvil” en publicidad, el comercio electrónico cuando nadie tenía email, la Gestoria.com y otras cuantas ideas adelantadas al mercado.
Cada trimestre sigo recibiendo un par de llamadas para resucitar un proyecto que enterré en julio de 2021.
Me llaman empresas que lo quieren utilizar ahora, siete años más tarde de su nacimiento.
También modelos de negocio a los que les podría añadir un valor bestial.
Incluso inversores con la intención de multiplicar su dinero con la fiebre de la IA, y hacen bien.
Pues ya no existe.
Duró desde el 2017 al 2021 y desapareció.
Se trataba de un algoritmo de inteligencia artificial cuando apenas no existía. Era una cosa de eruditos como David Vivancos o visionarios como David Llorente. Ambos formaron parte de la expedición.
Cuando una empresa decidía que su equipo tenía que aprender para no quedarse atrás e ir con los tiempos, nos contrataba un número de licencias. A partir de ahí, el algoritmo le hacía un pequeño test de conocimiento en alguna de las treinta y pico capacidades que había. Desde marketing digital a big data, pasando por Blockchain. El usuario podía elegir que quería aprender o el algoritmo le recomendaba la capacidad más afín a sus intereses, capacidades, vocación o talento.
Cuando accedía a aprender, la araña se ponía en funcionamiento y le iba sirviendo los mejores contenidos en los idiomas que comprendía. Podcasts, posts en blogs, infografías, fragmentos de libros y de películas, vídeos… Resulta que había infinitamente mejores profesores online que en las aulas. Que sus enseñanzas estaban actualizadas, que incluían ejemplos, experiencias en primera persona, y eminentemente prácticas.
Y lo mejor de todo; GRATIS.
Y, ¿porqué tenían que pagar entonces las empresas?
Pagaban porque cada empleado accedía a un programa personalizado, gamificado y contínuo. No había dos iguales, cada uno recibía sus piezas de contenido como una mamá pájaro alimenta a sus polluelos, el algortimo iba dosificando e identificaba si un usuario escuchaba mucho y leía poco. O simplemente no usaba los vídeos. El listo mentor artificial sacaba conclusiones, una de ellas podía ser que ese tipo lo usaba martes y miércoles a las 8 de la mañana y que muy probablemente iba conduciendo o estaba en el atasco. Por eso mucha escucha, poca lectura y nada de visualización de otra perspectiva que no fuese el tráfico y la carretera. A parti de esa deducción, Podcast que te crió.
Y para saber, no hay como preguntar. Y al final de la consumición de cada contenido, el algoritmo preguntaba: ¿Te ha gustado? y era muy aconsejable que respondieses like o dislike con dedito arriba o dedito abajo como el César cuando condenaba a morir a los gladiadores.
Así se entrenaba nuestra inteligencia artificial. Observando, deduciendo, escuchando e interactuando.
Y, ¿qué contenidos eran esos?
¿Has visto el vídeo del discurso de Steve Jobs en la Universidad de Standford? Pues esas eran las lecciones, los aprendizajes, las clases digitales. De profesores que no trabajaban como tales, pero eran mil veces mejores. Internet está plagado de eminencias en todos los campos del saber. Comparten su conocimiento y experiencia gratis para que aprendas. Pero sin un orden, una dosificación, un método, una clasificación, en vez de aprender, te podías volver loco.
Te podías volver loco.
Eso lo hacía el algoritmo de inteligencia artificial, seleccionaba, filtraba, ordenaba, clasificaba y te iba dando tu dosis a tu ritmo, según tu nivel.
Y una vez que empezabas a aprender, aquello se convertía en un juego con incentivos. Comparándote con tus compañeros a ver quién invertía más y avanzaba más. A ver si te picabas y eso hacía que quisieses destacar. Concediéndote diplomas que acreditaban tus progresos, porque fin y gaduación, no habían.
¿Cómo vas a parar de aprender Blockchain? El día que lo hagas, has puesto la fecha de caducidad de tu capacitación a los tres o seis meses. Es verdad que hay conocimientos que no caducan, como los de Steve Jobs en Standford. “Stay hungry, stay foolish”
“Stay hungry, stay foolish”
Pues si estás hambriento, vas a querer seguir ingiriendo aprendizajes.
Detrás de todo esto, estaba una profunda reivindicación. Hay que reinventar la educación empezando por llamarle de otra forma. Aprendizaje, colaboración, entrenamiento, diversión, proyectos… Pero no “educación” que suena a “instrucción”.
Yo aprendo a boxear con las gafas Oculus pero los clientes de mi amiga Soraya del Portillo, aprenden a hablar en público, exponer casos en un juicio simulado y otra serie de capacidades.
No el 100% de los usuarios tienen ganas de aprender, de crecer, de prosperar. Quizá lo harían encantados si no requiriese de un esfuerzo, disciplina y constancia propias de un guerrero Troyano.
Estoy muy contento de escribir desde la distancia sobre Capaball, no es fácil digerir un fracaso.
Pero la lección más importante que aprendí fue; “calma, ya está bien de adelantarte a los acontecimientos”.